22 feb 2018

El encuentro


Adan y Eva  (1909),  de Edvard Munch
«No me reconociste entonces. Y cuando dos días más tarde tu mirada me envolvió con una cierta familiaridad al volver a encontrarnos, no reconociste en mí a aquella niña que te había querido y a la que habías hecho despertar, sino sólo a la hermosa joven de dieciocho años que se había cruzado en tu camino dos días antes en ese mismo lugar. Me miraste agradablemente sorprendido, se te escapó una leve sonrisa. Volviste a pasar de largo pero retrocediste enseguida: yo temblaba, estaba exultante de alegría, rogaba que me hablases.

13 feb 2018

La mal llamada "sociedad libre"


Bond of union  (1956),  de M.C. Escher
«Ni los nacionalismos agresivos ni los excesos del mercado agotan la nómina de los males que nos afligen. Nos sentimos orgullosos, con razón, de nuestras libertades, entre ellas la de opinión. Pero ¿para qué sirven hoy nuestros poderosos medios de publicidad si no es para propagar y predicar un chato conformismo? Para Goethe la lectura de los periódicos era un rito; medio siglo después, para Baudelaire, era una abominación, una mancha que había que lavar con una ablución espiritual.

3 feb 2018

Atardecer


Bosque de Allerbos (Bélgica)
«El atardecer temprano de febrero se asomó, cansado y huraño, a la habitación 12, con ojos de penitente enrojecidos por el llanto. Las paredes grisáceas de la habitación parecían diluirse en la penumbra del mismo color y la cruz de madera negra flotaba en el aire. Las camas de hierro sólo eran visibles como contornos borrosos. La atmósfera crepuscular gravitaba como un encantamiento sobre los niños que compartían de dos en dos cada lecho. En algún rincón oscuro lloraba en voz baja una niña desconsolada, otra hablaba con voz suave y cuidadosa como si estuviese junto a la cama de su madre enferma, y una niña pequeña cerca de la ventana estaba en la almohada con los brazos alrededor de las rodillas.

29 ene 2018

Los libros arden mal


Llamaradas,  de Li-Shu Chen
«Había mucha limpieza que hacer. Y otro tanto en la plaza de María Pita. Muchos libros quemados. Algo habíamos oído nosotros de que andaban quemando libros en la orilla del mar. Ya habían hecho alguna que otra quema en los primeros días del golpe. Pero esto era diferente. Bibliotecas enteras ahí quemadas. Excepto la voz resinosa del que mandaba, repetida como un eco por el nuevo encargado, el único sonido era el de los rastrillos rascando con sus dientes y luego las palas cargando el camión.
El mando apuraba la voz. Pero aquello no se podía hacer de cualquier manera, a lo bruto. Cada trabajo requiere su ritmo, y ninguno de nosotros recordaba haber cargado restos de libros quemados. Las herramientas tampoco. Ellas y nosotros estábamos acostumbrados a recoger las hojas caídas, al olor de las cenizas de otoño, que le daban a la ciudad un aroma medicinal. Más que de humo habría que hablar de eso, de un aroma. Era una naturaleza a la que le había llegado su tiempo. En cambio, lo que hoy ardía era el tiempo. En eso sí que reparé. No dije nada, pero lo pensé.

23 ene 2018

Ese grito


El grito  (1893),  de Edvard Munch
«Eduard Munch escuchó que el cielo gritaba.
   Ya había pasado el crepúsculo pero el sol persistía, en lenguas de fuego que subían desde el horizonte, cuando el cielo gritó.
   Munch pintó ese gritó.
   Ahora, quien ve su cuadro se tapa los oídos.
   El nuevo siglo nacía gritando».


(GALEANO, Eduardo.  Espejos : una historia casi universal. México: Siglo XXI, 2008, p. 238).

12 ene 2018

Mi corazón no puede más de triste


Sra. Kupka entre verticales (1910-1911),  
de František Kupka
Mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta,
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.

Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón ya es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? Anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.

Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.

Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.


(HERNÁNDEZ, Miguel. El rayo que no cesa. 9ª ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1978, p. 39-40).