Bosque de Allerbos (Bélgica)
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«El atardecer temprano de febrero se asomó,
cansado y huraño, a la habitación 12, con ojos de penitente enrojecidos por el
llanto. Las paredes grisáceas de la habitación parecían diluirse en la penumbra
del mismo color y la cruz de madera negra flotaba en el aire. Las camas de
hierro sólo eran visibles como contornos borrosos. La atmósfera crepuscular
gravitaba como un encantamiento sobre los niños que compartían de dos en dos
cada lecho. En algún rincón oscuro lloraba en voz baja una niña desconsolada,
otra hablaba con voz suave y cuidadosa como si estuviese junto a la cama de su
madre enferma, y una niña pequeña cerca de la ventana estaba en la almohada con
los brazos alrededor de las rodillas.