16 abr 2017

Don Quijote


Lectura (1932),  de Pablo Picasso
«Marco Polo había dictado su libro de las maravillas en la cárcel de Génova.
   Exactamente tres siglos después, Miguel de Cervantes, preso por deudas, engendró a don Quijote de la Mancha en la cárcel de Sevilla.
   Y ésa fue otra aventura de la libertad, nacida en prisión.
   Metido en su armadura de latón, montado en su rocín hambriento, don Quijote parecía destinado al perpetuo ridículo. Este loquito se creía personaje de novela de caballería y creía que las novelas de caballería era libros de historia.
   Pero los lectores, que desde hace siglos nos reímos de él, nos reímos con él. Una escoba es un caballo para el niño que juega, mientras el juego dura, y mientras dura la lectura compartimos las estrafalarias desventuras de don Quijote y las hacemos nuestras. Tan nuestras las hacemos que convertimos en héroe al antihéroe, y hasta le atribuimos lo que no es suyo. Ladran, Sancho, señal que cabalgamos es la frase que los políticos citan con más frecuencia. Don Quijote jamás la dijo.

10 abr 2017

El defecto a evitar

«El mayor defecto que hay que evitar es la Ignorancia.
Para vencer a la enemiga Ignorancia, se requiera Sabiduría.
El mejor método para adquirir Sabiduría es el inclaudible esfuerzo».

(EVANS-WENTZ, W.Y. Yoga tibetano y doctrinas secretas. Buenos Aires: Kier, 1975, p. 95).

6 abr 2017

La intimidad de la lectura


Vista de la llanura de Auvers  (1890),  de Vincent van Gogh
«El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar que ninguna otra compañía podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que nuestras razones para leer son tan ‘extrañas’ como nuestras razones vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad».


(PENNAC, Daniel. Como una novela. 8ª ed. Barcelona: Anagrama, 2001, p. 169).

1 abr 2017

La maldad humana


Ojo en el ojo  (1894),  de Edvard Munch
«Un personaje delirante de Sade creía que el universo entero, de los astros a los hombres, estaba compuesto de “moléculas malévolas”. Absurdo: ni las estrellas ni los átomos, ni las plantas ni los animales, conocen el mal. El universo es inocente, incluso cuando sepulta un continente o incendia una galaxia. El mal es humano, exclusivamente humano. Pero no todo es maldad en el hombre. El nido del mal está en la conciencia, en su libertad. En ella está también el remedio, la respuesta contra el mal. Ésta es la única lección que yo puedo deducir de este largo y sinuoso itinerario: luchar contra el mal es luchar contra nosotros mismos. Y ése es el sentido de la historia».

(PAZ, Octavio. Itinerario. 1ª ed., 3ª reimp. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 140).

27 mar 2017

Sólo en sus sueños eres algo

«Ahora está soñando –dijo Tweedledee–, ¿Y en qué crees que sueña?

–¿Quién puede saberlo? –dijo Alicia.

–¿Cómo que no? Sueña contigo –exclamó Tweedledee, batiendo palmas, triunfalmente–. Y si dejara de soñar contigo, ¿dónde crees que estarías?

–Pues donde estoy ahora, claro –dijo Alicia.

23 mar 2017

El Avaro y el Ángel de la Muerte


Concentrics rinds II  (1953),  de M.C. Escher
«Un avaro había acumulado, con grandes esfuerzos como mercader y prestamista, trescientos mil dinares. Tenía parcelas, edificios y toda clase de riquezas.
   Entonces decidió que pasaría un año gozando, viviendo confortablemente, para luego decidir cuál sería su futuro.
   Pero tan pronto dejó de acumular dinero, se le apareció el Ángel de la Muerte para quitarle la vida.
   El avaro trató por medio de todos los argumentos posibles disuadir al Ángel, quien, sin embargo, no transigía. Entonces el hombre dijo:
   “Dame tan sólo tres días y te daré una tercera parte de toda mi fortuna”.
   El Ángel no aceptó, y volvió a tirar de la vida del avaro para quitársela.

21 mar 2017

Confesión


El poeta favorito (1888)de Lawrence Alma-Tadema
El poema, el que anhelo,
al que aspiro,
es el que pueda leerse en voz alta sin que nada se oiga.

Es ese imposible el que comienzo cada vez,
            es desde esa quimera
                                   que escribo y borro.


(MUJICA, Hugo. Y siempre después del viento. Madrid: Visor, 2011, p. 13).